domingo, 14 de agosto de 2011

(relato breve) Unos minutos


El hombre que estaba tumbado a su lado por fin se durmió. No está mal, por ahora… pensó, mientras no puedes estar con quien quieres te conformas con quien tienes.
Se giró hacia el otro lado para no ver su cara, le recordaba la sensación de fracaso que parecía impregnar su vida.

Cerró los ojos con fuerza intentando atraer el sueño, sin ningún éxito. Volvió a abrir los ojos. La habitación estaba oscura, pero podía ver los contornos de los muebles. Se quedó muy quieta, intentando hacer el menor ruido posible, y así es como él apareció delante, tumbado en su propia cama, al lado de su mujer. Él tampoco podía dormir, él también estaba pensando en ella en ese mismo instante, y eso hacía posible esa conexión a pesar de la multitud de calles que separaban sus casas.

Una enorme sonrisa apareció en la cara de ella mientras él acercaba lentamente su mano para tocarle la cara, con miedo de que la fantasía desapareciera por el movimiento. Podía sentir sus dedos rudos en su rostro, acariciando su piel como si fuera la cosa más maravillosa del mundo. El aliento de los dos se hizo uno al juntar los labios en un largo y húmedo beso.
Las habitaciones donde se encontraban ambos desaparecieron de su conciencia, ahora estaban solos, el uno con el otro.

Los besos se trasladaron hacia el cuello y recorrieron los cuerpos de respiración cada vez más excitada.
Ella solo quería tenerlo dentro, él solo quería complacerla. Las caricias se hicieron más intensas y los besos se convirtieron en apasionados lametones y mordiscos.

Las manos de él la recorrían de forma experta, hundiéndose entre las piernas de ella, que ya estaba húmeda. Un largo suspiro salió de sus labios, pidiendo que la penetrara. Él, atendiendo a sus suplicas entró dentro y empezó a moverse rítmicamente, cada vez más rápido.

Los dientes de ella se hundían en la espalda de él para impedir que se alejara.  Al fin llegaron al clímax y sus cuerpos se relajaron sin separarse. La intimidad que sentían cuando estaban juntos, nunca la habían podido experimentar con sus respectivas parejas, era pura magia.

Algo se movió detrás de él, y la escena empezó a volverse borrosa. Ella volvía a estar sola, sola al lado de alguien a quien no quería. A pesar de la tristeza que la invadió, una sonrisa apareció en sus labios. Había estado con él durante unos minutos, y para ella eso era más real que el bulto que sentía tumbado a su lado.

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