sábado, 7 de enero de 2012

(relato breve) Perdre el control

Estaba molt enfadada amb ell, tot i així vaig aconseguir deixar de banda els meus sentiments, trucar-lo per quedar i tenir un gran somriure a la cara durant tota la cita. Aquesta facilitat per somriure quan estaba amb ell em va enfurir més. Un cop acabades les paraules nomès va quedar la nostra part preferida, la part física.

Feia poc que ens coneixiem, però ja haviem passat moltes hores junts. Per ser més exactes, quasi tota la estona l'haviem passat en sentit horitzontal.

Desprès de conduir uns pocs minuts fins a un hotel, vem entrar a una habitació petita i decorada amb mal gust, però prou neta per a que ens sentissim còmodes.

Em va mirar i va somriure, aquell somriure que em mataba, i em va picar l'ullet. En aquell mateix instant, el somriure que havia estat penjant a la meva cara tot el dia va desapareixer i el vaig emputxar sobre el llit.
El seu rostre va cambiar d'expressió, els seus ulls em deien alguna cosa diferent, no era por, si no desig.

La meva respiració es va fer més forta mentre el miraba de dalt a baix i li ordenava que es baixès els pantalons i els calçotets. La meva ordre es va complir a l'acte i lentament em vaig ajupir davant seu.

Ell va intentar acariciarme la cara, però vaig apartar les seves mans amb brusquetat. El vaig mirar fixament als ulls, que cada cop eren més grossos i em vaig treure la cueta que m'aguantava el cabell, deixant-lo anar sobre les meves espatlles.
Les meves mans van obrir-li les cames i vaig acostar la cara al seu membre, acariciant-me com si fos un gat.
Vaig aturar el meu desig de dir-li que em penetrès ràpid i el vaig acallar acariciant-me entre les cames mentre començava a llepar el seu pene.

Al meu cap van apareixer les imatges d'una escena porno que havia vist recentment per internet, i vaig intentar fer el mateix.
Amb petites mossegades amb els llavis xuclaba els seus testicles i llepava la base del mebre, molt lentament.
De tant en tant aixecaba la mirada i veia la seva deseperació per no sortir del ritme que jo marcaba.
La meva llengua va entrar en acció i vaig començar a jugar per tota la llargada i per la punta del pene, mentre les meves mans acompanyaven amb suaus moviments el recorregut de la llengua.

Quan vaig notar que em començava a accelerar vaig parar per estirar-lo sobre el llit i pujar a sobre d'ell. Un grunyit va sortir de la seva boca i les seves mans van començar a acariciarme, però el vaig tornar a aturar, jo marcaba els temps.
Vaig agafarli les mans fins inmobilitzar-les sobre el seu cap i em vaig fregar en el seu cos, mentre ens miravem als ulls intensament.

Vaig decidir que era el moment de treure'm la roba, i mentre em disposaba a desabotonar la brussa ell va aprofitar per girar-se i agafar-me sota el seu cos. Em va imitar i agafant-me els braços sobre el cap em va fer un petó que tenía més de mossegada.

Amb una mà va apartar les calces per poder penetrar-me lentament, controlant una respiració que es volia accelerar.
Un gemec va sortir de la meva boca i la satisfacció es va mostrar en els seus ulls. M'havia tornat a guanyar, tornaba a ser seva.

I mentre ell agafaba el control, em vaig deixar anar per disfrutar que cada batzegada que em transportaba a unes sensacions indescriptibles que pujaven des de el lloc exacte per on estabem units fins al cervell.
Desprès d'arribar al clímax es va estirar al meu costat, em va mirar fixament durant uns llargs instants i em va besar dolçament. Potser aquesta vegada jo havia sigut la guanyadora. Potser aquesta vegada haviem quedat units per sempre.

C







domingo, 14 de agosto de 2011

(relato breve) Unos minutos


El hombre que estaba tumbado a su lado por fin se durmió. No está mal, por ahora… pensó, mientras no puedes estar con quien quieres te conformas con quien tienes.
Se giró hacia el otro lado para no ver su cara, le recordaba la sensación de fracaso que parecía impregnar su vida.

Cerró los ojos con fuerza intentando atraer el sueño, sin ningún éxito. Volvió a abrir los ojos. La habitación estaba oscura, pero podía ver los contornos de los muebles. Se quedó muy quieta, intentando hacer el menor ruido posible, y así es como él apareció delante, tumbado en su propia cama, al lado de su mujer. Él tampoco podía dormir, él también estaba pensando en ella en ese mismo instante, y eso hacía posible esa conexión a pesar de la multitud de calles que separaban sus casas.

Una enorme sonrisa apareció en la cara de ella mientras él acercaba lentamente su mano para tocarle la cara, con miedo de que la fantasía desapareciera por el movimiento. Podía sentir sus dedos rudos en su rostro, acariciando su piel como si fuera la cosa más maravillosa del mundo. El aliento de los dos se hizo uno al juntar los labios en un largo y húmedo beso.
Las habitaciones donde se encontraban ambos desaparecieron de su conciencia, ahora estaban solos, el uno con el otro.

Los besos se trasladaron hacia el cuello y recorrieron los cuerpos de respiración cada vez más excitada.
Ella solo quería tenerlo dentro, él solo quería complacerla. Las caricias se hicieron más intensas y los besos se convirtieron en apasionados lametones y mordiscos.

Las manos de él la recorrían de forma experta, hundiéndose entre las piernas de ella, que ya estaba húmeda. Un largo suspiro salió de sus labios, pidiendo que la penetrara. Él, atendiendo a sus suplicas entró dentro y empezó a moverse rítmicamente, cada vez más rápido.

Los dientes de ella se hundían en la espalda de él para impedir que se alejara.  Al fin llegaron al clímax y sus cuerpos se relajaron sin separarse. La intimidad que sentían cuando estaban juntos, nunca la habían podido experimentar con sus respectivas parejas, era pura magia.

Algo se movió detrás de él, y la escena empezó a volverse borrosa. Ella volvía a estar sola, sola al lado de alguien a quien no quería. A pesar de la tristeza que la invadió, una sonrisa apareció en sus labios. Había estado con él durante unos minutos, y para ella eso era más real que el bulto que sentía tumbado a su lado.

C

sábado, 14 de mayo de 2011

(Relato breve) Desafío

Las 11:50 hora de mi descanso. Como hace buen tiempo, decido bajar a tomar el almuerzo a mi cafetería favorita, situada entre las angostas y laberínticas calles de la zona vieja, en un parquecito medio escondido en donde nadie diría que podría haber un rinconcito de sol.  Quién llega ahí, es o bien por casualidad o bien porque ya lo conoce, lo que le da una intimidad familiar, acogedora y a la vez misteriosa para el recién llegado.
Me siento en mi mesa de siempre, un rincón medio oculto por una columna de piedra pero que permite una buena vista del parque. Pido al camarero el café con leche doble y dos azucarillos de siempre, le meto mano al bolso, como siempre, en busca de mi fruta de media mañana, maldita dieta. ¿Dónde está mi manzana de siempre? ¿Se habrá olvidado mi madre de ponérmela?
Pongo los ojos en blanco. Cuando me dispongo a iniciar la búsqueda de mi fruta en el enorme bolso un chirrido repentino me asusta y me da dentera. El gilipollas de siempre que no sabe lo que es levantar una silla en vez de arrastrarla.
Levanto la vista. Suena la primera campanada de las 12, haciendo eco entre los viejos porches y asustando a palomas y gorriones. DONG. Brazos poderosos, enmarcados por un negro y enrevesado tatuaje tribal. DONG. Camiseta ajustada. DONG. Espalda ancha. DONG. Tejanos raídos, viejos. DONG. Trasero jugoso y prieto. DONG. Muslos torneados y firmes. DONG. Vientre plano y duro. DONG. Pectorales de gimnasio. DONG. Labios carnosos, nariz recta, piercing en la oreja izquierda, pelo corto, negro. DONG. El verde de sus ojos hace juego con la hiedra que sube por el campanario. DONG. Me está mirando. DONG.
Una morenaza de infarto le acompaña.                                               
Suspiro. Ja. Claro. Cómo no. Le doy las gracias al camarero, que se va a atender a Mr guaperas y a su suertuda acompañante, que tienen toda la pinta de ser de la clientela casual del local. Pide ella por los dos, sin dejarle abrir boca ni mirar la carta. Vaya. Así que es de ésas. Empieza a charlar como una cotorra.  Tiene la típica charla con ímpetu de las personas que hablan sin pretender respuesta de su interlocutor, como si todo se diera por sentado.  Él responde con asentimientos, monosílabos, frases cortas.  Se acarician las manos por encima de la mesa, pero él parece aburrido, distante. La caricia parece un gesto más mecánico que tierno.
Mi estómago gruñe hambriento. Mientras vuelvo a meter la mano en el bolso en busca de la manzana perdida, suena un móvil. La morena se queja, de que nunca la dejan en paz. Se levanta y responde, alejándose hacia el parque para mantener la conversación en privado.
Él respira hondo, toma aire, se despereza, observa el lugar. Parece aliviado. La expresión de indiferencia, medio huraña y de malas pulgas se disipa de su rostro dando lugar a una más relajada y amable. Como si se hubiera quitado un peso pesado y punzante de encima.
Vuelve a mirarme. Sonrío y me sonrojo levemente, ese tipo de chicos no suelen fijarse en chicas como yo, ni siquiera mirarme dos veces. Me devuelve la sonrisa. Tantas palabras que vienen a mi mente y ninguna sirve para designar cuán hermoso es su rostro con una sonrisa. Me lo imagino sonriéndome así mientras sus manos recorren mis curvas, estrechándome contra su cuerpo, notando el poderoso bulto de su….
Ah… mierda. He encontrado la fruta. Pero no es una manzana. El plátano viene con una notita de parte de mi madre “No hay manzanas, espero que no te importe” … Mamá….. No puedo evitarlo. Una carcajada lucha por salir de mí, me tapo la boca para disimular pero ni con ésas. Le dirijo una mirada fugaz, él levanta una ceja, sabe que me estoy partiendo de risa y su cara está entre divertida y confusa por mi risa repentina, debe estar pensando que estoy como una cabra.
En medio de la risa y la vergüenza de ser observada, una idea aparece de repente, despertando mi lado travieso. Me aclaro la garganta y me abanico un poco para ahuyentar el sofoco. Alzo el plátano envuelto en papel de plata, para que lo vea.
Él levanta ambas cejas. No te preocupes, cariño. Ahora te saco de dudas. Conforme desenvuelvo el plátano, su expresión pasa de la sorpresa a la comprensión, de la comprensión al desafío.  Se acomoda en la silla y me dedica una sonrisa pícara, su cara parece dudar de mí.
Así que crees que no soy capaz…  no sabes tú con quién te has cruzado. Sin dejar de mirarle me humedezco los labios y con el dedo índice trazo un círculo en la punta del plátano, una vez, dos. Abro la mano y lo agarro con firmeza, mientras mi pulgar acaricia la punta. Deslizo la mano arriba y abajo, despacio.  Le quito la piel. Con el plátano pelado en la mano, pestañeo y me muerdo el labio inferior, le miro por debajo de las pestañas, dándole un toque de exageración al pudor que ya siento. Su sonrisa pícara parece haberse congelado, me mira serio y penetrante, su mandíbula está tensa, su boca entreabierta, expectante. Me considero bastante tímida, pero saber que ahora mismo tengo toda la atención de semejante ejemplar masculino me excita enormemente y mando mi vergüenza a la otra punta de la ciudad.
Sin dejar de mirarle por lo bajo, beso la punta del plátano y le doy un leve lametón. Lo rozo con los labios y empiezo a lamerlo con lentitud, de delante hacia atrás, trazando círculos con mi lengua. Mi propia excitación me humedece y jadeo en silencio, pero lo suficientemente evidente pare que mi espectador lo note. Se ha inclinado levemente hacia delante, su mano izquierda hecha un puño y la derecha agarrando el borde de la mesa.  Me encantaría poder ver sus tejanos raídos hinchados por su erección, pero la mesa me lo tapa. Sin embargo por el incipiente sudor de su frente y la tirantez de su pose sé que lo estoy poniendo a millón.
Humedezco los labios de nuevo, él respira hondo y traga. Introduzco el plátano lentamente en mi boca y cierro los ojos, saboreándolo. Lo deslizo con suavidad hacia dentro y hacia fuera. Su mano derecha se agarra con tanta fuerza al borde de la mesa que sus nudillos se quedan blancos. Saco el plátano de mi boca y rozo la punta con mis dientes. Un gemido ahogado, contiene la respiración, se estremece. La silla tiembla, la fuerza de las sacudidas tambalea la  mesa derramando sus cafés.
Mi sonrisa es radiante. Nos miramos, él también sonríe, concediéndome la victoria. Una sonrisa que en silencio me maldice y me agradece el buen rato. Le doy un buen mordisco al plátano, más que satisfecha, aunque ahora necesito mi propio orgasmo con urgencia.  
La morena vuelve. Se bebe el café de un trago alegando que la llamada era urgente y tienen que irse ya para ayer. Él apura el poco café que queda después del derrame, dice que va a pagar y de paso, al baño. Ella le dice que se dé prisa. Vas lista, morena, tu macizo tiene trabajo extra. Me mira por encima del hombro, me pilla con la boca llena y hace una mueca de asco.
Cuando él vuelve, ella se aferra a su brazo como una lapa y vuelve a mirarme, sonríe con suficiencia, marcando territorio.
Ríete, morena.  Aunque sea por unos instantes, él, ha sido totalmente mío.


V

viernes, 13 de mayo de 2011

(Relato breve) Shhhhhht...

Han encontrado los 2 pantalones tal y como él los quería. Entra en los probadores y ella se queda en la parte de afuera de la cortina, esperando para ver como le quedan.

Al cabo de unos minutos se abrieron las cortinas y apareció él, se miraron a los ojos y este le preguntó a la chica: - ¿Que tal me quedan? ¿Servirán? - Ella lo miró de arriba a bajo - A ver, gira-te un momento - Él se gira mientras ella mira y entonces se acerca a él. Le coge de la cinturilla - Puede que tengamos que arreglar-lo un poco por aquí, y puede que los bajos también, haber, deja-me entrar -

Ahora están los dos dentro del pequeño probador. Las cortinas están echadas, y pueden oír a otros clientes en los probadores de al lado. Ella aún le está agarrando por la cintura y levanta la cara hasta que se encuentran sus miradas. Sonríen. Él le da un rápido pico en la boca y ella empieza a acariciar su espalda y su torso. Baja sus manos hasta el final de la espalda y continua bajando.
Él apoya su cara en el hombro de ella, con los ojos cerrados y la boca entre-abierta, respira lentamente.
Las manos de la chica buscan el sexo de él y lo acaricia, primero suavemente y después ejerciendo una presión mayor. Nota como crece debajo de los pantalones.
La respiración de él se hace más rápida, - ¿Que haces? - Le pregunta a la chica. Ella suelta una risita y continua con su exploración.
Desabrocha los pantalones, lentamente, mientras él le acaricia ahora el pelo, ahora la espalda.
Mete la mano dentro del pantalón y mira la cara de él, solo ver su expresión ya se siente húmeda. Le baja pantalones y calzoncillos y lo empuja hacia el espejo, haciendo que él se siente en el pequeño taburete del probador.
Ella se ríe mientras se quita sus tejanos y retira las braguitas hacía un lado. Se sienta encima de él y siente como la penetra.
Cogiendo-lo de la nuca, ella sube y baja lentamente, mientras su  cadera hace unos pequeños movimientos circulares.
Se miran a los ojos intensamente mientras están unidos en lo más profundo.

- ¿Que haces tanto rato allí sentada? ¡Ven aquí a mi lado! – Dice la viejecita sentada delante de la televisión - Ya voy Sor Mercedes… -
Sor Fernandina le da al icono de guardar y apaga el ordenador. Por hoy ya está bien, acabará su relato mañana y lo mandará al editor. Esas pequeñas historias están ayudando a mejorar el convento, el mes pasado consiguieron la televisión de pantalla plana, este mes comprarán el DVD.

C

jueves, 28 de abril de 2011

(Narración compartida I) 8.En casa

- No es nada, un poco de reposo, esta crema cada 8 horas y en una semana ¡estará como nueva!
Eso es lo que me dicen en interfería. Miro mi tobillo, ahora arropado por una venda y pienso en como llegaré a casa.
- ¡Pues vamos! ¿Preparada? - Me giro y allí está aún mi entrenador. Se acerca y antes de que pueda decir nada me está cogiendo otra vez en brazos y llevandome por el pasillo que va a los vestuarios. Solo puedo balbucear unas cuantas palabras que no se entienden, el sigue dando-me ordenes:
- ¿Cual es tu taquilla? ¿Donde tienes las llaves? ¿Es esta tu ropa? ¡Tu no hagas nada!
Allí dejo de quejarme, el ha cogido mi bolsa y está sacando la chaqueta, que pone sobre mis hombros muy lentamente, deteniendo unos instantes su cara cerca de la mía. No puedo evitar mirar-le a los ojos, y veo que no ha dejado de observar-me. Mi respiración se hace más profunda y lenta. Me ayuda a pasar los brazos por las mangas y al cogerme la mano se le escapa una caricia.
Ya estoy calculando los centímetros que hay entre mi boca y la suya cuando de repente me coge otra vez en brazos. Dice que me va a llevar a casa en coche.
- ¡Es lo mínimo que puedo hacer por ti!

Me ayuda a sentar-me en el puesto de copiloto y pasa el cinturón sobre mis pechos y lo abrocha.
Coge el volante y lo voy indicando por las calles, de tanto en cuando el me mira de reojo, o a través del retrovisor, y me lanza una sonrisa o un guiño de ojos. Aunque yo solo puedo pensar en la manera en que agarra el cambio de marchas. Su mano es grande, de uñas cortas y limpias, se nota que le gusta trabajar con ellas, las tiene ásperas, rudas.
Por fin llegamos, y yo disfruto hasta el ultimo momento de esos brazos que me cogen y me llevan de un lado para otro. Cuando abrimos la puerta pienso en que excusa inventarme para que se quede un rato más.
- ¡Aquí en el sofá estarás bien! Acuerda-te de aplicarte la crema en el tobillo. Espera, vamos a hacer una cosa, yo la aplicaré y así ya no tendrás que hacerlo después.
- ¡¡¡Ah!!!! ¡Gracias!
Y estiro el pié hacia el. Se sienta en el suelo y pone mi pié sobre sus piernas, me quita el calcetín y empieza con un suave masaje sobre el tobillo.
Yo estoy un poco nerviosa por la situación, apurada por tener a alguien que me esté sirviendo en todo como un criado. Mi cara es un vivo mapa de mis pensamientos.
- Tu relaja-te, echa la cabeza hacia atrás y disfruta del momento.
- ¡Lo intentaré. Pero cuando te canses me avisas!
Me tumbo hacia atrás y cierro los ojos. Sus manos suben y bajan por mi tobillo, primero suavemente, y después con movimientos más fuertes. Todo está silencioso, solo se oye mi respiración, que ya se ha convertido en un suave jadeo de placer. El me observa todo el rato, sus ojos siguen mis expresiones.
Se me escapa: - ¡Ojalá supieras hacer masajes en la espalda!
El para y se levanta. Mi sonrisa desaparece, me he pasado de la raya! Ahora se va a ir enfadado diciendo-me algo sobre alguna novia.

Pero no pasa eso, se pone de rodillas sobre el sofá i me hace enseñarle la espalda. Sus manos masajean mi nuca mientras acerca su cara a la mía. Me susurra en el oído muy bajito, con voz ronca: - ¿Te gusta así?
Después empieza a utilizar su boca y su lengua por el cuello mientras sus manos bajan por mi espalda. Solo puedo que continuar con mis jadeos.

Hago un pequeño movimiento, intento girarme para corresponder a sus caricias -Tu no hagas nada- Me dice.
Me quita la camiseta y recorre toda mi espalda con su lengua, al llegar al sujetador lo desabrocha, y empieza a trabajar mis pechos. Lame alrededor del pezón, que tengo erectos, cada vez me noto más húmeda.
Ahora jadeamos los dos, al mismo ritmo. Me inclino en el sofá y el empieza a deshacer los nudos que mantienen mi pantalón de chandal en su sitio, mientras su lengua baja hacía las ingles. Baja los pantalones y apoya su barbilla sobre mi zona intima.
Yo bajo las manos, quiero quitarme las braguitas. Pero el me hace parar, me separa las manos a un lado y con una media sonrisa me las quita el. No puedo aguantar más, me está haciendo sufrir lo indecible.
Entonces, como si me leyera la mente hunde su boca entre mis piernas, y utiliza su lengua para el más intimo de los masajes. No puedo evitar llevar mis manos a su pelo y agarrarlo fuertemente, mientras el se mueve de forma rítmica.
Con mis manos le indico que quiero que acelere, mi cuerpo no puede más, mis piernas, mi vagina, todo está en tensión. Un grito sale de mi garganta, y mi cuerpo por fin, se relaja totalmente.

C

miércoles, 27 de abril de 2011

(Narración compartida I) 7.Mirada

Entro en la sala de Spinning, mi corazón se acelera levemente, expectante. Devuelvo algunos saludos sin siquiera darme cuenta de quién provienen, todos mis sentidos están buscándole a él. Mi mente está tan concentrada que el ambiente de fondo pasa a ser algo completamente secundario. ¿Dónde está? ¿Habrá llegado ya?
Mientras me concentro en mi búsqueda me parece oír risas masculinas de fondo, se mezclan con insultos groseros, golpes sordos, pasos bruscos y titubeantes. Hombres. No pueden estar sin pelear como niños...
CUIDADO!
En un milisegundo me giro con tal rapidez que me da un calambre en el cuello y sólo alcanzo a distinguir una figura atlética que cae pesadamente encima de mí. Me estampo de bruces contra el suelo, el dolor me ataca el brazo y el calambrazo en el tobillo me hace ver las estrellas y hasta la galáxia más lejana.
Risas.
¿Risas? ¿Quién es capaz de reirse por algo así?  Estaba perfecta. Estaba preparada física y mentalmente para la seducción. Y estos inútiles han hecho que mi confianza y mi autoestima cayeran tan rotundamente como mi cuerpo. Y como guinda para el pastel mi tobillo me duele tanto que me cuesta respirar. ¿Me lo habré torcido? O peor.. ¿roto? Mi furia crece por segundos. Me giro presa de la ira hacia ese pesado cuerpo que sigue aplastándome contra el suelo.
Y el mundo, el tiempo, las bicicletas en marcha frenética de la sala de spinning, todo, se detiene.
Unos ojos negros se clavan en los míos. Conozco ese color, ese brillo, esa profundidad, esas largas y densas pestañas que serían la envida de cualquier mujer. Esa mirada que buscaba con tanto anhelo cuando entré en la sala está taladrándome ahora, a pocos centímetros de mi cara, con gesto de preocupación y disculpa. Intento respirar, pero sólo consigo inhalar un intenso aroma masculino mezclado con colonia Axe que, por partida doble, me aturde y me despierta arrancando un delicioso pinchazo de deseo.
Con un movimiento felino y sin dejar de mirarme, se aparta de mí y me dice algo que en mi estupor no alcanzo a comprender. Intento bloquear la sensación de decepción que me provoca esa separación física, por pequeña que sea.
-          ¿Lo siento… estás bien? - Sus nudillos acarician suavemente mi mejilla.
-          S…Sí.. no es nada, n..no te preocupes – Me odio por tartamudear como una quinceañera, y encima apuesto a que mi cara tiene el color de un tomate maduro.
Intento levantarme, me flaquea el brazo dolorido. Me es imposible apoyar el pie derecho en el suelo y me tambaleo, perdiendo el equilibrio. Unos brazos firmes y musculosos me agarran y evitan el trompazo, haciendo que mi corazón dé un vuelco. Volver a estar pegada a él hace que olvide momentáneamente mis dolores.
-          Mentirosa. Déjame sacarte de aquí y mirar a ver si es grave. Puedes andar?
-          Sí… esto… no.
Oh, no. Claro que no puedo andar.  Siento alguna mirada femenina fulminándome con pura envidia detrás de mí, pero… me duele el tobillo, apenas puedo apoyarlo, es la verdad. Ya que estoy lesionada por culpa de mi fornido dios griego, y él está preocupado y dispuesto a ayudarme, ¿Por qué no aprovecharme un poco de la situación?
Me agarra en volandas con delicadeza y sale de la sala en dirección a la enfermería. No me corto al acomodarme entre sus brazos, apoyo mi cabeza en sus anchos hombros, poso mis manos en sus pectorales y lleno mis pulmones con su aroma corporal que tanto me excita.
Me atrevo a mirarle. Sus profundos ojos azabache siguen fijos en mí.  Sus labios se curvan en una misteriosa sonrisa. Parece haber adivinado mis intenciones, quizás me he excedido acomodándome. Pero no parece molestarle, es más, se ve complacido. Me pierdo en su mirada, que empieza a descender con lentitud hasta mis labios, deteniéndose unos instantes; se desliza despacio bajando por mi garganta, llegando a mi clavícula, sus pupilas se dilatan conforme se acerca a mis pechos, se lame los labios con la punta de la lengua, mientras su mirada dibuja en mi cuerpo una promesa de caricias, besos, lametones, mordiscos.  
Un deseo ardiente me invade, me humedece y se adueña de todo mi ser, retumbando en mi pecho y en mis partes más íntimas.
Siempre pensé que era un tópico. Una leyenda urbana. Pero es verdad, es posible. Este hombre me está haciendo el amor con la mirada.

V

sábado, 23 de abril de 2011

(Narración compartida I) 6.Sudor

Mientras me cambio de ropa me doy cuenta que mis pezones están erectos. Mojados. Me da placer tener esta sensación... mientras los observo en el espejo me deleito con pensamientos sexuales. Hoy estoy preparada para ser quien más sude en la clase de Spinning. No pienso parar, quiero que los hombres que estén allí se den cuenta de mi existencia.
 El monitor me pone a cien y hoy voy a estrenar ese top que da a relucir mi estupenda regatera... me pondré enfrente suyo para que me mire, y al terminar la sesión intentaré armarme de valor y pedirle su número de teléfono... Dios! tan sólo pensar que sus fuertes muslos podrían estar entremezclados con los míos en mi cama... rozando piel con piel, haciendo pequeños movimientos suaves y constantes encima de él, ir suspirando tímidamente mientras el eco de la habitación se apodera del sonido rítmico del jadeo...  mis dedos  recorriendo lentamente su torso, desnudo, suave y depilado, siguiendo las curvas de su musculatura, y a la vez, sintiendo uno de sus brazos rodeándome de tal manera que pueda agarrarme el culo... Tal placer sentiría, que mis labios inferiores se humedecerían por segundos, y mi boca, pediría su pene para poderlo lamerlo y chuparlo lentamente, deleitándome con su especial sabor, jugando con la lengua el arriba y abajo, como si de mi helado preferido se tratase... tan sólo pensarlo salivo... me gustaría tanto que esto se hiciera realidad...
Me vuelvo a mirar en el espejo. Ya estoy vestida. Observo todos los ángulos posibles de mi cuerpo y la ropa puesta en éste. Todo apretado, pero ningún bulto saliendo más de lo normal. Esta tarde quiero triunfar, quiero lograr mi objetivo, no quiero dormir sola...

M

(Narración compartida I) 5.Al salir

Abro el paraguas, empezó con 4 gotitas de nada y ya cae un chaparrón.
Me doy prisa intentando no resbalar por las calles mojadas, quiero llegar rápido a mi destino. Pero un golpe de viento convierte en mi paraguas en inútil, para tirar a la basura.

¿Y ahora que? Me pregunto, esperando en la puerta de una panadería, intentando no mojarme...

De repente pienso... ¿Pero que son estas bobadas? Hoy no es un día muy frío, total, la lluvia es agua, y la agua no hace daño, no voy a quedarme eternamente debajo del portal.

Salgo y miro al cielo. El agua resbala por mi cara y me siento renacer. Ando hasta el gimnasio, sin preocuparme por la lluvia, sin preocuparme por quien me mira.

Entro en el gimnasio, y mientras paso la tarjeta que me permite entrar, levanto la mirada. Un chico me está mirando. Paso delante de el con la barbilla bien levantada, ¡a mi nadie me va a decir como debo ir por la calle!

Entro en el vestuario y me miro en el espejo. Mi cara se pone roja. Veo un yo con el pelo mojado y despeinado, ruborizada. Mi ropa está pegada a mi piel. La camisa blanca transparenta diferentes colores, el de los sujetadores, el de la piel, el del ombligo...

En ese momento me siento la chica más libre i sexi de la ciudad.

C

sábado, 9 de abril de 2011

(Narración compartida I) 4.Mediodía y un poco más....

Cierro la página de fotografías y me pongo a trabajar, pero ese cuerpo vuelve una y otra vez a mi mente.
Ese cosquilleo continua y estoy empezando a sudar. Me levanto y voy al lavabo, puede que un poco de agua fresca me ayude a volver a la realidad.

Un chorro de agua fría sale del grifo, lavo mi cara y refresco mi nuca. Pero el cosquilleo sigue allí, insistiendo. Me miro al espejo, y me miro a mi misma, ojos brillantes y labios rojos e inflamados. Detrás de mi veo la puerta del baño. ¿Y porqué no? Me digo a mi misma. Los jefes están trabajando, mis compañeros están junto a la máquina de café... Solo será un momento...

Me meto dentro de la pequeña habitación y cierro con el cerrojo. Me siento en la tapa y lentamente desabrocho mis pantalones.
Mi respiración empieza a ser más rápida, cierro los ojos y lamo mis dedos.
Mi mano se desliza de forma suave entre mis piernas, debajo de la ropa interior. Ya estoy húmeda. El nerviosismo se apodera de mi, ahora no puedo parar.
Me froto, primero lentamente, y cada vez más rápido, más fuerte. No puedo evitar un leve jadeo, rítmico, que acompaña mis dedos. Noto como mis pezones están duros, y todo mi cuerpo se prepara para este momento.

Oigo como la puerta exterior del baño se abre.
Cierro la boca para que ningún sonido escape de mi. Pero mis manos se continúan moviendo, ya no hay marcha atrás.
Mientras la desconocida enciende el grifo yo llego al máximo, el calor inunda mi cuerpo, y esa sensación, como un calambrazo me recorre toda. Ahogo un grito mordiendo mi jersey.

La desconocida sale del baño dando un portazo, y yo relajo todo mi cuerpo. Una sonrisa aparece en mi boca.

C

viernes, 8 de abril de 2011

(Narración compartida I) 3.Mediodía

Acabo de comer. Son las tres y media, y mis jefes están en una reunión. Así que puedo navegar por la red sin que nadie me moleste. Pongo en el google "chico pelo oscuro sonrisa profident" haber si encuentro al chico que hoy me he encontrado en el metro... o algún símil! Quiero olvidar quien no me corresponde, quiero conocer a mi príncipe azul, quiero hacer el amor con pasión y sentimiento correspondido!
Miro los links y prácticamente todos son páginas para encontrar pareja, chico busca a chica, chico dispuesto a... al final me decido y clico en un blog, titulado "Dentro de mi, jardín de Rosas". 
En éste hay fotos artísticas de una silueta desnuda, en blanco y negro, que deja que una fantasee sexualmente... y palabras... mi piel ya de gallina hace estremecer mis partes íntimas sintiendo un cosquilleo sutil pero constante... me reenviaré este link por mail en mi correo particular, esta noche quiero mirarlo detenidamente...

M